La expectativa tan grande derivó en lo que muchos temían. Todo se desbordó. Ni siquiera el promocionado operativo de seguridad para la Superfinal pudo evitar que se produjeran graves incidentes, dentro y fuera del estadio Monumental.
El desmadre tuvo se epicentro en la llegada del micro con el plantel de Boca al Monumental. Y desde ese momento, alrededor de las 15.20, cuando faltaban menos de dos horas para que comenzara la gran final, todo fue caos, desorganización, dudas y preguntas sin respuestas.
Un grupo de público de River que esperaba para entrar al estadio lanzó piedras contra el micro del plantel visitante. Fue una zona liberada, no había policías controlando esa zona aledaña al Monumental. O sí había pero no fueron eficientes. Y llegaron tarde a la zona.
Para intentar dispersar a los hinchas fue peor el remedio que la enfermedad. Porque los policías empezaron a tirar gases lacrimógeno y todo se empeoró. El combo derivó en una imagen impresentable: los jugadores de Boca entraron al vestuario visitante heridos por los cortes de los vidrios rotos y con dificultades en la respiración por los gases.
Lo que debe ser una fiesta ya tuvo su punto negro. Un grupo de hinchas de River intentó ingresar sin entrada a la fuerza y se produjeron desmanes que fueron dispersados por las fuerzas de seguridad.
Fueron tan sólo unos minutos, pero para los simpatizantes que estaban en las inmediaciones del Monumental entrando tranquilamente sobre la calle Udaondo pareció una eternidad. Hubo corridas, empujones y gases en las puertas Q y R de la Platea Belgrano Alta de la cancha de River. (C)