Tristeza y vergüenza. El país barrabrava, parece ser la presentación de Argentina desde el sábado pasado. No hay que ser ni de River, ni de Boca, ni argentino o extranjero para diferenciar lo que está mal desde hace tiempo.
Lo que prometía ser una gran final para los amantes del fútbol terminó en una vergüenza internacional. El superclásico más trascendental en 110 años de historia expuso la Argentina ante los ojos del mundo y finalizó en un escándalo que demuestra la violencia que reina en el fútbol.
La emboscada al bus de los jugadores de Boca Juniors. El desborde del público local. La increíble presión de los directivos de la Conmebol y el presidente de la Fifa para jugar el partido por encima de todo. Los robos y destrozos en las afueras del estadio Monumental. Los enfrentamientos y corridas con la Policía. Las familias de hinchas asustados dentro del estadio. Una vergüenza, un triste episodio para el deporte más popular del planeta, hoy secuestrado por los barrabravas.
Las piedras, botellas y palos que estallaron contra los vidrios del bus en el que viajaba Boca habrían sido una “venganza” por un operativo policial en la casa de uno de los líderes de ‘Los borrachos del tablón’, de River, en el que se incautaron 300 entradas originales para la reventa y diez millones de pesos argentinos.
Dirigentes deportivos y del Gobierno y una gran responsabilidad también le cabe a los medios de comunicación y los clubes. Los primeros por incitadores y convertir un deporte en una guerra. Mientras que los directivos han alimentado el monstruo patrocinando sus viajes, regalando entradas para que las revendan y permitiéndoles a las barrabravas que decidan la permanencia de jugadores y técnicos.
Ya no sirve prohibir la asistencia de los visitantes. La violencia, drogas, delincuencia tienen en jaque a este deporte hace mucho tiempo. Lo peor es que como lo evidenciaron los máximos directivos del fútbol mundial, todo es un negocio. Querían obligar a Boca a jugar a pesar de que su capitán y cinco jugadores tenían heridas diversas y que el estrés hacía estragos en el equipo.
Los ojos del mundo estaban puestos en Argentina y el papelón fue monumental. El presidente Macri fue presidente de Boca y, a pesar de eso, la falta de autoridad causó este desastre. Hoy todos se tiran la pelota. El jueves comienza la Cumbre del G-20 en Buenos Aires y muchos se preguntan si el país está en condiciones de garantizar la seguridad de los Jefes de Estado.
Que esta situación cambie depende del compromiso de todos. Les guste o no el fútbol. Más aún de los dirigentes, pero también de nosotros.
Gustavo Huayre
Director