De la Universidad de Buenos Aires a los programas de radio (1989-1999)

0
2844

La Argentina en 1987 para un adolescente peruano recién llegado era diferente a la actual. De vivir en un clima limeño medio de 14 a 27 grados a uno porteño con extremos de 0 a 34 no fue fácil. Sin restaurantes ni noticias peruanas, sin redes sociales ni celulares, corríamos a la esquina porteña de Maipú y Corrientes para llamar a Perú en cabinas telefónicas de la vieja Entel. Yo compraba el diario peruano El Comercio en papel, con suerte de dos días atrás para saber algo de nuestra patria. (no había Google ni Whatsapp)

Ese año la Argentina estaba convulsionada con Alfonsin en la presidencia. No se veían ambulantes ni recicladores de residuos en las calles. Además el papa Juan Pablo II visitó Buenos Aires y tuve la oportunidad de conocer gente. Éramos muy pocos los peruanos en esos años. Recuerdo el millón de personas en la Av 9 de Julio y los primeros viajes con jóvenes de la parroquia de mi barrio de Belgrano a Uruguay  para ver al Papa de cerca y conocer el césped del Mítico Estadio Centenario en Montevideo. ¡Si que metí un golazo¡ ja ja ja

Fue en esos meses que aprendimos a tomar mate, comer facturas y hasta bailar tango. Luego de pasar años de vida parroquial en Barrios Altos, busqué conocer amigos. La enorme Iglesia de la redonda de Belgrano nos recibía los jueves con un cálido grupo de oración que dirigía el carismático y generoso Padre Pepe. También Villa Adelina y Munro en la zona Norte de Bs As fueron mis barrios adoptivos. Sábados y domingos estaban ocupados con mi inolvidable grupo de jóvenes de la Parroquia Santa María Reina. Animar misas, ferias parroquiales, juntadas con guitarra, comer pizzas y tartas caseras. Caminar a Lujan, dar clases de catequesis, organizar encuentros y obras teatrales nos  permitía conocer más de la sociedad argentina de esos años.

“Esos gatos comen mejor que nosotros…” suspiraba Guille desde la ventana que daba al húmedo pasillo del Ph de Belgrano donde vivíamos. Los vecinos jubilados  les daban platos de leche fresca, arroz y grandes naranjas a una docena de mininos callejeros. Es que si nos llegaba tarde el giro de Perú, en la húmeda Pensión de Anita cuya mensualidad incluía almuerzo, lo único que comíamos lunes, martes, miércoles, jueves y todos los días del mes era ¡arroz con queso¡  Inolvidables días con Ana, octogenaria irlandesa que era la casera de la pensión donde vivimos. Fui el único que soportó 5 años ahí pero con el disfrute de una abuela adoptiva que me esperaba luego del trabajo con una fuente con alimentos calientes en la cama de mi pequeña pieza. Para ella, era su abanderado ja ja ja.

Fueron muchos mis días sin dinero y para distraernos lo mejor era salir a caminar en grupo y disfrutar las entonces seguras y bulliciosas avenidas porteñas. Desde Av Cabildo, enrumbábamos por Av Santa Fe, luego la 9 de julio y llegar al Obelisco. Hacíamos entre 5 una “chanchita” que alcanzaba para comprar la pizza “Ugis” que costaba un dólar. ¡Sí que fuimos misios¡

Al cortarse los giros estudiantiles por la crisis económica peruana de 1988, inicié mis primeros trabajos como cadete en dos sastrerías y lavanderías del barrio. De 8 a 13 con Don Eduardo y de 14 a 19 con Don Cacho, para luego correr a mis clases en la UBA hasta las 23 hs.  Mis charlas mañaneras con Don Eduardo de política y costumbres de los porteños, creo que jamás olvidaré, tanto como su honestidad que me dejaba perplejo. Ateo y socialista confeso, fue el más cristiano de los creyentes que conocí en mi vida. Aprendí con él a escuchar música clásica y el hábito de las noticias mañaneras en la radio. Mis tardes con el gran Cacho, eran muy diferentes. Este pícaro porteño de 60 y largos años, canoso, enamorador y conversador, su local recibía a todas la vecinas del barrio. Amante del tango, tenía una respuesta para todo. Imagínense que llegaban reclamos de trabajos de más de un año de retraso, pero sus clientas increíblemente regresaban por su ropa pendiente para pasar un instante de amena charla con Cachito. Típico argentino de calle y ganador como se dice por acá. También en esos días fuí testigo de cómo la policía de la cuadra exigía servicios gratuitos a los comerciantes y cobraba extras por cumplir con su deber.

El ciclo básico en la UBA cambió mis planes. La carrera de computación científica se extendió a 5 años y decidí cambiarla por mi vocación: las Ciencias de la Comunicación.

  • Tenés un tónito diferente, ¿De dónde sos? Me preguntaban en las aulas.
  • Vengo de Perú” respondía orgulloso
  • ¡La capital de Bolivia¡ me dijo alguno. O “Debajo de México” decía otro..

Yo pensaba que era una broma, pero comprobé que la educación secundaria argentina no era muy buena para algunos. Sin embargo fue ahí donde aprendí que una “birome” es un lapicero, las “fibras” son plumones; el “borrador” es una mota y que debía pedir una “goma para borrar”… ja ja ja

A veces lograba disfrutar de mi pasión juvenil por el rock argentino. Inolvidables fueron mis salidas a recitales de Git, Los Redondos, Los Abuelos de la Nada, y Charlie García. Pero mis solitarias noches eran acompañadas por preciados casetes de salsa romántica que me enviaban mis hermanos y amigos desde el Perú.  Los escuchaba en mi pieza una y otra vez: Eddie Santiago, Frankie Ruiz, Niche, Willy Gonzales fueron mi compañía de innumerables noches. Pero un milagro ocupó la radio y el gusto musical de muchos argentinos de los noventa: “Burbujas de amor” de Juan Luis Guerra invadía las calles de Bs As. Asi aparecieron los primeros lugares para escuchar y aprender a bailar salsa.

Algunas de las primeras salseras históricas: El rincón del Sur en Pompeya, Pasaje Carabelas por el Obelisco o las noches de baile en el Hotel Savoy, reunía  a estudiantes peruanos, panameños y cubanos a fines de los ochenta. Luego aparecieron las pistas de baile de La Gozadera y la popular Guanabana Salsa en Barrio Norte. Muchas argentinas  se sumaban a la movida musical y ser extranjero y saber bailar salsa era una ventaja placentera para noches inolvidables… ja ja ja. A principios de los 90 sería La Salsera la cuna oficial de la salsa en Argentina.

En 1990 Argentina defendía su título mundial de fútbol en Italia y fui testigo de la pasión nacional al límite. Se paralizaba todo el país para ver por la tele los penales a Goycochea y los goles de Maradona hasta llegar a la final. Grandes festejos de miles de familias en el Obelisco y esquinas céntricas en todos los barrios. Ni los boletos cobraban en los colectivos minutos después de los partidos. Recuerdo que fui el único que asistió a un examen en la facultad  el día que Argentina se enfrentó a Italia, ni el profe llegó al aula…ja ja ja. ¡Que nabo era¡

La distancia hace que uno revalore las raíces. En Perú solía escuchar rock, algunas baladas pero nada de salsa y menos folklore. Fue así como conocí a Kaymillajtay, el primer grupo de danzas peruanas en Argentina. La marinera, el festejo, la valicha y otros bailes andinos los aprendí a danzar en esos años. Dirigidos por Simón Medrano y Ayda Enciso, con grandes maestros como Wilmer Palomino pude compartir con brillantes bailarines que ahora son directores de sus propios grupos. Mi debut en los escenarios fue en el Teatro San Martin de la Av Corrientes, donde celebrábamos los 28 de julio la independencia del Perú. Aunque no éramos muchos peruanos, ya quedaba chica la sala mayor del teatro, anunciando las oleadas de compatriotas que llegarían años después.

También el fútbol y el vóley reunía los fines de semana a compatriotas. Nunca fui amante del deporte pero siempre me entusiasmó tener la iniciativa de formar grupos organizados con fines concretos. Así nació el Club de vóley Santa Rosa De Lima que reunía a excelentes jugadoras con experiencia en Perú y jóvenes amantes del deporte radicadas en Bs As. Tuve la oportunidad de organizar los primeros campeonatos de vóley reuniendo a familias peruanas los domingos. Una naciente empresa peruana Argenper auspició nuestras camisetas y así conocimos al ilustre ingeniero Lombardo Mautino.

Conseguir ají amarillo, limón peruano, tomar Inka Kola, encontrar turrones de  doña pepa o algo de sabor peruano en Bs As era un milagro en los 80. Las tartas, pizzas y ensaladas invadían la vida de los estudiantes peruanos solteros en Argentina. La cocina estaba peleada conmigo y el delivery era mi salvación. Tengo anécdotas con mis búsquedas de sabores peruanos por las calles porteñas. Un restaurant argentino Equus ofrecía un cebiche carísimo y encima sin picante. O cuando una parrilla en Flores me ofreció en su carta un Lomo a la peruana y luego de una hora me trajeron un bife con un escarbadientes y su bandera peruana.. ja ja ja. En 1990 llegó la alegría, cuando inauguró el 1er restaurante peruano en Argentina: Status en el barrio del Congreso. Luego abrieron, La Clave, La Rica Viki, la Tia Meche, el Contigo Perú  y las caseras de la Galería de la Av Corrientes al 2400 que llenaron de sabor a Buenos Aires.

Desde 1992 empezamos con las ventas de salón. Ingresé como cadete en la entonces popular sastrería masculina Angelo Paolo y llegamos a escalar con gran esfuerzo a encargado de local. Era flaquito e introvertido y debía competir con grandotes chamulleros con experiencia. Con paciencia y buen humor para atender a todos, los clientes entraban a veces sólo a preguntar y terminaba vendiéndoles un traje completo. Fueron largos años de convivir con grandes personas y cientos de anécdotas. Con horarios de trabajo extensos de 8 a 22 hs  no pude estudiar pero si lograr establecerme en tiempos de crisis. Había aprendido mi segundo oficio; las ventas, pero sabía que tenía algo pendiente: terminar mi carrera universitaria y retomar mi vocación: el periodismo. El trabajo me permitió ahorrar, pero me faltaba cumplir por lo que vine a Argentina: estudiar y graduarme. Luego de meses de angustias y miedos por tomar una buena decisión, renuncié a las comodidades del trabajo full time y fuimos en busca de nuestros sueños… y vaya si lo conseguimos ¡

En Argentina fueron años de trabajo y para algunos de vacas gordas. El dólar barato atrajo a muchos. El 1 a 1 hizo que vinieran olas migratorias de Perú y de otros países a la Argentina. Aparecieron compatriotas con cientos de negocios, talleres y empleadas domésticas. Largas filas de giros en dólares se veían los fines de semana en las agencias de Courier, donde además empezaron a proliferar más ambulantes y negocios de comida. Y los boliches bailables, las llegadas de artistas y las asociaciones se multiplicaron.

Con mi rutina de trabajo y estudio, escuchar radio era mi compañía. El estilo argentino era diferente y eso nos desafiaba. Así fue como nos pusimos en campaña para lo que sería una parte importante de mi vida. Todavía recuerdo la sorpresa de sintonizar y descubrir un sábado FM Cultura y encontrar música peruana o FM Palermo y descubrir algo de salsa y merengue. Así, un 4 de octubre de 1994 pude iniciar mi pasión radial. Primero en FM Casablanca  con Contacto Latino al lado de Don Manuel Prado Guevara, pionero de los programas radiales de música peruana en Argentina y el joven locutor argentino Oscar Orquera. Luego vendría el histórico “Oye mi Canto” en FM Reflejos Latinos, que traería salsa todas las noches, cautivando a miles de oyentes que buscaban algo diferente. Así formamos una entrañable familia de animadores, productores radiales, oyentes y patrocinadores que a lo largo de cerca de diez años acompañaron nuestra inolvidable aventura radial.

Como olvidar las noches de discotecas de martes a domingo, donde los populares chicos de la radio se convertían en los reyes de las noches salseras. Mundo Latino, Azúcar Salsa, La Máquina de la Salsa, Caribean, Bamboche, La Salsera, Mango, Sudaca, La Trastienda, Calle 24, Claxon, y muchos más fueron centros de encuentros de argentinos, peruanos, cubanos, uruguayos, colombianos y otras colectividades que traían sus costumbres al país. La moda de ser “profesor de salsa” no me excluyó en esos años. Por suerte no debe haber testigos… ja ja ja.

Gracias al trabajo radial logré conocer ilustres personalidades y de viajar por el mundo. El oficio me llevo a EEUU al Festival de la Salsa en Nueva York, con entrevistas a leyendas como Celia Cruz o Tito Puente. Marc Anthony, Victor Manuelle, Niche de Colombia, el Gran Combo de Puerto Rico y muchos más que pasaron por nuestros reportajes. Confieso que EEUU y el Nueva York de1996 no nos impactó. Observé una norteamerica muy clasista que separa barrios latinos y de inmigrantes de ciudadanos nativos. Admito que mi “spanglish” no me ayudó mucho… ja ja ja

Fueron años de mucho aprendizaje tanto en la Universidad como en la calle. Dar noticias, escuchar, proponer y ayudar se convirtieron en una filosofía de mi vida. Una de nuestras iniciativas fue en 1999 cuando oyentes organizados enviaron donativos a los damnificados del terremoto de Armenia en Colombia con posteriores agradecimientos diplomáticos. Serían muchas las campañas solidarias de nuestro diverso público de oyentes.

A fines de los noventa la Argentina cumplía un ciclo. Aumentaron los problemas sociales como la informalidad y la delincuencia y los migrantes eran señalados como los culpables. Fue así que nace mi idea de un programa radial que muestre nuestra historia, folklore, cultura y los valores humanos de los peruanos en Argentina. Que no sólo denuncie lo negativo de la colectividad sino que sume y aporte a la sociedad argentina. Así nace “Con Alma Peruana”

Información, cultura y música peruana se convirtieron en una costumbre sabatina para miles de peruanos que sintonizaban el programa en la FM Reflejos Latinos y luego en Radio Cultura.  Al lado de Simón Medrano, Guadalupe Bull, Virgilio Gonzales, Jaky Pariona y muchos productores, presentábamos con respeto y orgullo tres horas que nos trasladaban a la lejana patria. Fue ahí donde aprendí a reconocer géneros musicales y artistas de diversos lugares de nuestro Perú. La pc en la radio permitió tener información al instante de Perú y Argentina para contarla a miles de oyentes

Valorar tradiciones e interesarnos de la vida de las asociaciones peruanas en Argentina nos comprometieron más. Es un orgullo saber que organizamos los primeros campeonatos de marinera norteña, de festejo y de huaylarsh. Cientos de familias nos acompañaron algún domingo en el patio de la Iglesia de los Inmigrantes de la Boca, compartiendo el almuerzo para disfrutar de un espectáculo diferente organizado por nuestro programa. Participaron en nuestros eventos talentosos niños y jóvenes que hoy son profesores y directores de sus academias.

La radio nos permitió hablar con grandes figuras  de la cultura peruana de todos los  ámbitos: Augusto Polo Campos, Mario Vargas Llosa, Javier Perez de Cuellar, Arturo Cavero, Eva Ayllon, el Chato Grados, Amanda Portales, Dina Paucar, Luis Abanto Morales, Tulio Loza, Antonio Cartagena. Entrevistamos a dirigentes peruanos o argentinos amantes de lo nuestro. Aún recuerdo la sorpresiva llamada de una oyente que trabajaba en la casa de una ilustre argentina amante del Perú:

Locutor: Buenas tardes. ¿Con quien tenemos el gusto?

Oyente: ¡Hola Gustavitooooo¡ Los escucho los sábados. ¡Arriba Perú¡

Esa tonadita era inconfundible, Sus canciones se oirán por siempre y fue una de las mayores sorpresas de mi carrera radial: Nos llamó la mismísima Mercedes Sosa. Su humildad y amor por el Perú vaya si la sentimos en ese programa.

La radio nos permitió ver una cruda realidad y cientos de denuncias. Problemas con la documentación, trabajo en negro, casas tomadas, aumento de las villas, vendedores ambulantes y problemas sociales como la delincuencia y narcotráfico en las calles. Pero también la otra cara: exitosos profesionales de la salud e ingeniería, cientos de emprendedores textiles, comerciantes y empleados gastronómicos e importadores afincados en Buenos Aires. Años buenos para unos y muy malos para otros, como reflejo de la sociedad argentina y sudamericana de fines de siglo. Ante la imagen negativa de los migrantes en los medios, mostramos con orgullo nuestra cultura y valores promoviendo la solidaridad.

Tenía 30 años y casi la mitad de mi vida en un país que desafiaba mis sueños. Era un buen momento para culminar mis estudios pero era un costoso reto. Aposté por mi vocación y lo personal quedo relegado para lo que según pensaba serian mejores condiciones, Estaba sembrando árboles, empezaba a escribir mi libro, pero me faltaba formar mi familia. Sentía que estaba ese momento cerca. Ya les contaré en la próxima ….

No hay comentarios

Dejar respuesta